EP. 11 — «¡Fuego en Ponce!» Los 8 Puertorriqueños Que Salvaron la Ciudad En 1899 Durante El Fuego del Polvorín (25 de enero de 1899)— El Telégrafo Puerto Rico Podcast + Transcript
[Música de Intro: “Telegrama del Pasado” de Guti Talavera]
Mikeyla [M]: El Telégrafo de Salón Boricua. Un Podcast Cultural dedicado a compartir la Historia, el Arte y la Cultura Puertorriqueña.
Wilmer [W]: Mi nombre es Wilmer Jobeth.
M: Y mi nombre es Mikeyla Jerian.
W: Y juntos vamos a llevarte a través del tiempo.
M: Para que conozcas las historias que pocos saben.
W: Vamos a explorar un pasado de grandeza. El Telégrafo se trata de verdaderos patriotas…
M: De mujeres fuertes…
W: De los sucesos olvidados en los libros que nunca llegaron a nuestros niños. Si escuchas [o lees] esto, ya estás resistiendo. Si lo compartes, estás revolucionando. Ya lo dijo El Maestro, nuestra mejor arma es el conocimiento.
W y M: ¿Nuestro mayor proyecto? Nuestro aire, nuestro mar, nuestro cielo, nuestra Patria… Puerto Rico.
[Sonido de Código Morse/Telégrafo]
[Sonido de teclas en una maquinilla]
[Una cinta comienza a reproducirse]
W: El 25 de enero de 1899 comenzó un fuego en la ciudad de Ponce. El Fuego en el Polvorín, o el Fuego del 25 de enero. Un fuego que amenazaba con destruir por completo la ciudad de Ponce. Este fue el fuego que puso a prueba la valentía de 8 Puertorriqueños. Entre 1898 y 1900 hubo en Puerto Rico un Gobierno Militar. Los estadounidenses apenas llevaban seis meses en la isla, luego de haber invadido a Puerto Rico por Guánica el 25 julio de 1898. En la ciudad de Ponce, el Ejército Norteamericano estableció un Cuartel de Artillería (también conocido como El Polvorín). El Polvorín es una estructura que se usa para fines militares, donde se almacena pólvora, armas y municiones. Decidieron ubicarlo en un terreno cerca del Casco Urbano. Los terrenos fueron facilitados gracias a una familia adinerada de la época. En la manzana donde actualmente está la Escuela Superior de Ponce (la Ponce High), entre las calles Comercio, Salud, Cristina y Trujillo. Allí se almacenaron toneladas de material militar, municiones de alto calibre, granadas, balas de cañón, carretas, armas, cajas de dinamita y barriles de pólvora. También habían establos con heno para los caballos.
Eran las 9:04 de la noche, del 25 de enero de 1899 y según testimonios, el fuego inicia por el descuido de un soldado estadounidense, alegadamente borracho, que al quedarse dormido, dejó caer un cigarro encendido. En menos de un parpadeo, las llamas comenzarían a expandirse por todo el heno para caballos que había en el Cuartel.
Si algo sabían los Ponceños, era luchar contra el fuego. Ponce casi desaparece en 1820, donde tres cuartas partes del naciente Partido de Ponce, quedó reducido a cenizas. Otros fuegos, también sucedieron a mitad de siglo. En 1865 otro fuego había devastado el sector de la Playa de Ponce. Los militares estadounidenses apenas tenían el equipo necesario para extinguir un fuego de esta magnitud, tampoco tenían la experiencia que habían tenido los Ponceños a lo largo del siglo 19.
Según la memoria Rafael Rivera Esbri, un Ponceño de corazón que no estuvo dispuesto a dejar que su Ciudad Señorial se volviera cenizas, desde el Parque de Bombas, observó que hacia la Calle Cristina se había formado una enorme nube de humo. Inmediatamente el Cuerpo de Bomberos activó su protocolo. Sobre cuatro decenas de bomberos voluntarios se lanzaron con la intención de apagar el siniestro. Con mangas, tanques de agua, baldes y otros materiales. Bajaron por la calle Comercio, que era la ruta más cercana, pero fueron detenidos por un Oficial del Ejército que les ordena retroceder y desalojar la ciudad inmediatamente.
Luego de esa primera orden, Rivera Esbri insiste en continuar la misión de apagar el fuego, solamente 7 bomberos deciden unirse a su llamado. Los nombres de estos siete valientes bomberos son: Juan Romero, Cayetano Casals y Besosa, Pedro Sabater, Gregorio Rivera, Pablo Ruíz, Tomás Rivera y Rafael del Valle, otro ponceño que había sido Director del Cuerpo Bomberil de Ponce y su padre, Rodolfo de Valle, había sido Alcalde de Ponce. Todos eran bomberos experimentados, excepto Rivera Esbri, el único civil que participó de la misión. Viraron entonces por la calle Mayor y se fueron por la calle Cristina. Frente al Teatro La Perla, el Jefe del Cuerpo, don Juan Seix los detiene para darles una orden final. Tenían que suspender la misión, de lo contrario iban a ser juzgados. Los siete bomberos y el civil desafiaron esta última orden. La decisión ya estaba tomada.
Entre caballos y mulas desbocadas, gritos de gente corriendo desesperada, carretas incendiadas, y una que otra bala perdida que salía desde las llamas del fuego del Polvorín estos hombres iban corriendo directamente hacia el peligro. Muchos pensaron que se iba a acabar el mundo, que se trataba del Apocalipsis, o algo parecido. En un momento, llegó a creerse que la ciudad de Ponce estallaría con la explosión de estas provisiones de guerra allí almacenadas. Era solo cuestión tiempo para la que iniciara la catástrofe. Continuaron por la zona de las calles Comercio, Cristina y Salud, hasta que se adentraron a los terrenos del Cuartel de Artillería. A lo lejos se escucha la orden de otro oficial que ordena su retirada inmediata. El fuego estaba agrandándose y ese lugar estaba lleno de pólvora, municiones y dinamita. En cualquier momento podría ocurrir una gran explosión. A pesar de esto, los ocho hombres desafiaron la muerte y se sumergieron al peligro.
Según historiadores, esta fue la primera desobediencia civil de parte de Puertorriqueños, registrada en Puerto Rico frente al Ejército Estadounidense y el Gobierno Municipal de Ponce, que en ese entonces operaba bajo las estrictas leyes militares de Estados Unidos. Los ocho ponceños llegaron al Polvorín y de inmediato se dividieron en grupos. Comenzaron sacando todo el material explosivo, las cajas de dinamita, la pólvora y el heno. El peligro de este grupo era real. No había otra forma para sacar los cajones de balas y dinamita que no fuera cargándolas a mano. Frente al fuego, otro grupo preparó las mangueras y atropelladamente comenzó a pelear con las llamas. Más balas perdidas explotaban por las altas temperaturas...
Entre el "insoportable calor y las llamas", nuestros ocho valientes trabajaron sin parar durante horas, hasta extinguir el fuego. A eso las 6:00 a.m. [de la mañana], ya el fuego estaba completamente apagado. Tenían la ayuda del mismo Juan Seix y otros voluntarios que también se habían unido a ayudarles. Para sorpresa del Ejército de Estados Unidos, la ciudad se había salvado. Para otros, era un verdadero milagro. El alcalde Luis Porrata Borias estableció de inmediato una orden para reubicar el Cuartel de Artillería y los materiales militares en otro lugar.
Al día siguiente, el Cuerpo de Bomberos de Ponce convoca a todos los bomberos que participaron y aplicando el reglamento, ordenan su expulsión inmediata y deshonrosa. Ahora todos estaban siendo acusados de insubordinación. Los siete bomberos, ahora enfrentarían un proceso judicial en la Corte Militar y Rivera Esbri sería acusado en la Corte de Distrito por ser un civil. Pero no estaban solos, se creó de inmediato una Comisión Ciudadana, presidida por Miguel Rosich [un conocido Ponceño de la época]. Esta comisión, solicitó ayuda directa al Alcalde de Ponce. Después de todo, si la ciudad no ardió en llamas, fue gracias a que ellos la habían salvado. Fue entonces que el Alcalde Porrata Borias creó una declaración para reconocerlos públicamente como Héroes de la Ciudad. Cabe destacar, que esta ha sido la única vez en la Historia de Ponce, que se declaran héroes a un grupo de ciudadanos. Entre música y discursos elocuentes de alabanza a estos ponceños, el 27 de marzo de 1899, en una ceremonia celebrada en la Plaza de Las Delicias, se les entregó una medalla de oro y plata, un premio en metálico y se les agradeció ante toda la ciudad. A Rivera Esbri, se le reconoció Miembro Emérito del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Ponce. También eventualmente los reconocieron los del ejército.
Hoy se conservan el Parque de Bombas, obeliscos, la calle del 25 de enero, murales, piezas musicales, artísticas y un mausoleo en el cementerio civil. Las icónicas casitas de colores rojo y negro se comenzaron a sortear el 2 de febrero de 1906 hasta mediados del siglo 20. El 2 de febrero es el Día de la Candelaria. Estas casitas, estaban destinadas únicamente para los bomberos y sus descendientes. Diseñadas originalmente por el arquitecto Ponceño Blas Silva, en la actualidad, algunas de ellas siguen siendo la vivienda de familiares descendientes de estos bomberos. Nuestros bomberos son de vital importancia para salvaguardar nuestra ciudad. En aquel entonces había que mantenerles cerca, por si ocurrían otros fuegos en el futuro. Si hoy día existe la ciudad de Ponce, se debe a la valentía de ocho valientes Puertorriqueños que decidieron proteger su ciudad. Hoy día somos muchos los Ponceños y Puertorriqueños que reconocemos este suceso. Que vencieron el miedo e hicieron lo inimaginable: contener y extinguir un fuego que prometía arrasar la ciudad entera.
Ponce, "la Ciudad del Fuego", donde los leones defienden su terreno, aunque haya que desobedecer para lograrlo. Y es por eso, que cada 25 de enero, recordamos con orgullo a nuestros 8 Héroes del Polvorín. Las fuentes y referencias utilizadas para este episodio fueron: Álbum Histórico de Ponce: 1692–1963 de Luis Fortuño Janeiro. Isla Caribe Podcast, número 32, A 120 Años del Fuego del Polvorín. Y el escrito: "El Fuego del Polvorín" de Melina Aguilar. Si te gustó este y otros episodios de El Telégrafo recuerda darle 5 estrellas en tu plataforma favorita.
[Finaliza grabación y suena un breve telegrama]
[Cambio de cinta, se reproduce]
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Fuentes y Referencias:
1. 1. Fortuño Janeiro, Luis. Álbum Histórico de Ponce: 1692–1963. 2. Isla Caribe Podcast: 32. A 120 Años del Fuego del Polvorín. 3. Aguilar, Melina. El Fuego del Polvorín. Enero de 2021. Medium.
Podcast Grabado en: Enero 2022
Transcripción: Agosto 2022